Tamar
"Y Tamar, su nuera, dió a luz a Peres y a Zera." (1 Crónicas 2:4)
Lease: Génesis 38:6-30; I Crónicas 2:4
Tamar significa "delgada" y es el nombre que se usa en las Escrituras para denominar la palmera. De esto se puede inferir la configuración de Tamar: alta y delgada. Pero es más importante aún que como su suegra, la hija de Súa, fuera cananea.
El hecho de que fuera cananea expone una característica atrevida en la familia de Jacob. Aunque no lo sabemos exactamente, es probable que los otros hijos tomaran esposas de Padan-Aram. Pero de Judá, que nos interesa especialmente por el hecho que era el antecesor del Mesías, se nos dice ex profeso que su esposa era cananea, y que le dió a Er, su hijo mayor; y la esposa de Er, era muy probablemente también cananea.
Todo esto no significa que Tamar fuera perversa o idólatra, pues sabemos por la visita que hizo Melquisedec a Abraham que había algunas familias en Canaán que reverenciaban al "Altísimo", aunque no tuvieran un conocimiento completo de Dios. Y sin embargo, por la patética historia de Tamar es evidente que este resto de fe había sido severamente deformado por una vida moral defectuosa.
Canaán había sucumbido especialmente al pecado de adulterio, el cual había adquirido tales proporciones, que incluso era un deber en términos de ritual religioso. Esto se hace evidente por la experiencia de Fineas y el culto de Baal. Sabemos de otros incidentes que el servicio de Astarot era de una depravación extrema. Cuando el hombre se aparta de Dios acaba cayendo en una lamentable degradación.
Recordemos brevemente que Tamar había sido la esposa del primogénito de Judá, Er, al cual por su maldad, Dios le quitó la vida. Habiendo Tamar quedado viuda se casa con el segundo hijo, Onán. Pero éste hace también lo malo delante de Jehová, y sufre el mismo castigo. Judá tenía que darle ahora a Sela, el tercer hijo, pues se lo había prometido, pero no lo hizo y Tamar seguía sin hijos. Esto era una pena para ella. Tres veces consecutivas falló en sus deseos de dar descendencia a la familia de Judá.
Y entonces viene el plan de atraer al mismo Judá a que cometa adulterio con ella. De su pecado nacieron Pares y Zara. Y con ello su nombre consta en la genealogía de Cristo. Como Betsabé, también figura en esta línea ancestral. Los dos casos nos dejan sorprendidos en gran manera.
Nos es difícil entender cómo Dios, para humillarnos e instruirnos, permite que en la genealogía de su Hijo aparezcan los nombres de dos mujeres pecadoras. No es, sin duda, lo mejor y escogido de la raza lo que va a dar nacimiento al Mesías; el Redentor nos es concedido a los pecadores de pura gracia. Y con todo, el hecho no puede por menos que ser un golpe para nuestro sentido moral. Todo esto nos hace reconocer que los caminos de Dios son incomprensibles.
Es indudable, sin embargo, que en toda esta serie de acciones pecaminosas, Tamar es la menos culpable de todos. Judá dijo la verdad cuando reconoció que "mas justa es ella que yo" después de haber dado órdenes de que la quemaran por haber fornicado. No podemos olvidar el sincero deseo de Tamar de dar un heredero a Judá; que había la provocación del mismo Judá al romper su promesa; un último punto es que había sido criada entre los cananeos, para los cuales el adulterio no merecía prácticamente reprobación.
Así, pues, si hemos de levantar el dedo censurando estos excesos, hemos de ser más severos con Judá que con ella, y también con los hijos de Judá.
El hecho de que fuera cananea expone una característica atrevida en la familia de Jacob. Aunque no lo sabemos exactamente, es probable que los otros hijos tomaran esposas de Padan-Aram. Pero de Judá, que nos interesa especialmente por el hecho que era el antecesor del Mesías, se nos dice ex profeso que su esposa era cananea, y que le dió a Er, su hijo mayor; y la esposa de Er, era muy probablemente también cananea.
Todo esto no significa que Tamar fuera perversa o idólatra, pues sabemos por la visita que hizo Melquisedec a Abraham que había algunas familias en Canaán que reverenciaban al "Altísimo", aunque no tuvieran un conocimiento completo de Dios. Y sin embargo, por la patética historia de Tamar es evidente que este resto de fe había sido severamente deformado por una vida moral defectuosa.
Canaán había sucumbido especialmente al pecado de adulterio, el cual había adquirido tales proporciones, que incluso era un deber en términos de ritual religioso. Esto se hace evidente por la experiencia de Fineas y el culto de Baal. Sabemos de otros incidentes que el servicio de Astarot era de una depravación extrema. Cuando el hombre se aparta de Dios acaba cayendo en una lamentable degradación.
Recordemos brevemente que Tamar había sido la esposa del primogénito de Judá, Er, al cual por su maldad, Dios le quitó la vida. Habiendo Tamar quedado viuda se casa con el segundo hijo, Onán. Pero éste hace también lo malo delante de Jehová, y sufre el mismo castigo. Judá tenía que darle ahora a Sela, el tercer hijo, pues se lo había prometido, pero no lo hizo y Tamar seguía sin hijos. Esto era una pena para ella. Tres veces consecutivas falló en sus deseos de dar descendencia a la familia de Judá.
Y entonces viene el plan de atraer al mismo Judá a que cometa adulterio con ella. De su pecado nacieron Pares y Zara. Y con ello su nombre consta en la genealogía de Cristo. Como Betsabé, también figura en esta línea ancestral. Los dos casos nos dejan sorprendidos en gran manera.
Nos es difícil entender cómo Dios, para humillarnos e instruirnos, permite que en la genealogía de su Hijo aparezcan los nombres de dos mujeres pecadoras. No es, sin duda, lo mejor y escogido de la raza lo que va a dar nacimiento al Mesías; el Redentor nos es concedido a los pecadores de pura gracia. Y con todo, el hecho no puede por menos que ser un golpe para nuestro sentido moral. Todo esto nos hace reconocer que los caminos de Dios son incomprensibles.
Es indudable, sin embargo, que en toda esta serie de acciones pecaminosas, Tamar es la menos culpable de todos. Judá dijo la verdad cuando reconoció que "mas justa es ella que yo" después de haber dado órdenes de que la quemaran por haber fornicado. No podemos olvidar el sincero deseo de Tamar de dar un heredero a Judá; que había la provocación del mismo Judá al romper su promesa; un último punto es que había sido criada entre los cananeos, para los cuales el adulterio no merecía prácticamente reprobación.
Así, pues, si hemos de levantar el dedo censurando estos excesos, hemos de ser más severos con Judá que con ella, y también con los hijos de Judá.
Fuente: Libro "Mujeres del Antiguo Testamento"
Autor: Abraham Kuyper (Siglo XX)
Versión española: Samuel Vila. Editorial Clie.
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